sábado, 14 de enero de 2012

EDUCAR ES LA MISION DE LOS PADRES

Las criaturas no son las almas recién creadas por Dios. Son Espíritus con cierta experiencia y desenvolvimiento, pues ya vivieron muchas vidas anteriormente. Traen como bagaje espiritual, las consecuencias de sus aciertos y, también de sus errores, lo que puede estar simbolizado en la antigua idea de “pecado original”. Cuando pasa por el estadio de la infancia física, el Espíritu está como que en un reposo de la actividad más intensa de su yo. Y se torna más accesible
a las impresiones que recibe, porque el cerebro nuevo registrará  nuevos informes y estímulos. Acostumbra a presentarse más dócil, Porque se encuentra dependiente para con los suyos responsables en la vida terrena.
Es, pues la infancia el momento ideal para la acción educativa, moralizante, que mucho podrá ayudar al Espíritu en su progreso en la nueva reencarnación. Y cabe al Espíritu de los padres, en especial, la misión de desenvolver al de los hijos por la educación, procurando corregir las tendencias que traen y cultivar las buenas cualidades que tienen en potencial, como criatura de Dios.
Los padres no podrán, por los pensamiento y oraciones determinar el cuerpo del hijo que van a engendrar, un buen espíritu en lugar de un Espíritu inferior. Pero, pueden mejorar el Espíritu de la criatura a que dieran nacimiento y que les fue confianza. Ese es su deber. Los hijos malos son una prueba para los padres. Padres buenos y  virtuosos pueden ser hijos hasta perversos, porque un mal espíritu  puede pedir buenos padres, en la esperanza de sus consejos lo dirijan
por una senda mejor y, muchas veces Dios lo atiende.
Educar a los hijos es una tarea que Dios confío a los padres y, si en ella fallaren, serán culpables. Pero si hicieran todo lo que podían y debían por el adelantamiento moral de sus hijos y ellos no aceptan la buena orientación de los padres, pueden quedar con la conciencia
tranquila. La amargura que sienten por no alcanzar el éxito esperado  es suavizada por la certeza de que en el futuro, todavía podrán  concluir la obra ahora comenzada Y que, algún día los hijos ingratos los recompensarán con su amor.
Todas las personas que conviven con la criatura también deben cooperar en su educación, pues la fraternidad nos hace responsables unos por los otros.

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